11 de febrero de 2010

Cuento alucinante



Lo que se proponía, lo lograba: la ingeniería más difícil, el doctorado más exigente y un sudoku imposible. Aprendió seis idiomas, árabe clásico y japonés incluidos. En un viaje a Brujas dominó el encaje de bolillos. Para él, el Everest era ya como una excursión por Navacerrada. A los 24 años fue a Boston con un dólar y acabó como piloto de pruebas de la Nasa. Un día le dijo a su mujer, una bellísima doctora en Astrofísica, que quería tocar la guitarra eléctrica. Entonces compró una Fender Stratocaster afinada por Van Halen, abrió el manual y rasgueó un “fa”. Le salió un sonido a gato agónico que le sobrecogió. Un mes más tarde, su mujer le suplicó que lo dejara. “Los vecinos amenazan con lincharte”. Enajenado por el fracaso, tomó la Fender y la arrojó por la ventana. “¡Estás loco! ¡Vivimos en un noveno!”. A 9,8 metros por segundo, la guitarra alcanzó los 180 kilómetros por hora en el momento en el que reventó la cabeza del más sanguinario y buscado de todos los pistoleros etarras.