24 de febrero de 2010

La frase


Hace poco me contaron una historia fantástica que trata sobre un gran hombre de provincias, de esos a los que la clase acomodada de su ciudad llamaba de don. Y era un don de vasta cultura, un catedrático de apetitos moderados, con sitio fijo en misa, panteón familiar y hasta una entrada en la enciclopedia de su región.

Pero aquel hombre no estaba satisfecho. En un libro de frases y citas célebres dichas por prohombres castellanos, él no figuraba. ¿Por qué? Porque jamás había acuñado una frase original.

Y decidió dedicar los últimos años de su vida a maquinar una frase que conmoviera al mundo, y si no al mundo, sí por lo menos a una segunda edición de aquel volumen regional de citas célebres. Y el hombre emborronó muchas cuartillas hasta dar con la frase de oro.

En el trance de morir, rodeado de los suyos, con el último aliento, el buen señor dijo: “Cuando se deja de creer en Dios, enseguida se cree en cualquier cosa”. Y se fue en paz, sin saber que aquella era una estupenda frase de Chesterton.