14 de julio de 2010

El cuento del euromillón


Olegario, el pastor, vio la polvareda a lo lejos y no acertó a saber... Achinó los ojos y unos minutos después la primera de unas treinta furgonetas con antenas satélites en el techo se detuvo junto a él. Un hombre sacó medio cuerpo por la ventanilla. “¡Oiga! ¿Por aquí vamos bien a Rotuerto de Mirarriba?”. Olegario le miró de hito. “Todo recto. Y diga, ¿qué es lo que pasa?”. “Que a uno de allí le han tocado 200 millones de euros en el sorteo de euromillones”. Olegario dejó de masticar la espiga. “Vaya, ¿y a quién?”. El de la televisión engranó primera y gritó mientras se iba: “No sé, pero daremos con él. Sólo hay ocho boletos sellados en el pueblo”.

Olegario aguantó sentado en el mojón a que se fueran. Luego sacó la cartera, quitó la goma, ensalivó el pulgar y fue pasando papeles… La cartilla, el recibo de la óptica, la foto del nieto, el recordatorio de Ana… Tomó uno de los papeles, lo desdobló, miró a su alrededor, llamó a “Blanquita” y le dijo: “Toma. Blanca, que a ti te gusta el papel”. Y la cabra se lo comió y le miró. “No, que no tengo más. Bueno… hay otros siete, pero están en casa”.