24 de marzo de 2010

Madre sólo hay una y la mía ha escrito otro libro

A Angelina Lamelas le gusta el cuento, el relato. Le gusta con pasión, y se nota. También le gusta escribir poemas y cuentos infantiles, pero nada como sentarse a la orilla de sí misma y dejar que le vengan las palabras de un relato como las olas al Sardinero. A veces no es tan fácil; a veces hay que luchar con las palabras a brazo partido, y otras, el mar es un deseo que no rompe contra su casa de Madrid, y hay que soñarlo. Cualquiera, aunque no un cualquiera, que tenga la suerte de conocer a la autora, se dará cuenta de que en el fondo de sus ojos lleva un cuento. Puede ser un cuento furtivo, inconcluso, escorado a estribor, incipiente, abandonado, pero ahí está. Yo he observado (porque tengo la suerte de haberla conocido desde antes de nacer), cómo pone sordina a las sugerencias de amigos bienintencionados que le recomiendan con fervor que escriba una novela: “Los cuentos tienen fama de difíciles y tú ya has demostrado que eres una experta; pero ¿por qué no escribes una novela…?”.

Angelina Lamelas ha vuelto a decir que no, y se asoma a la actualidad literaria con cincuenta cuentos, cincuenta relatos vivos, sugerentes, magistrales, a los que se les nota felices de salir juntos en una cuidada edición de la editorial Palabra en su primera incursión en la Literatura con ele adulta. La vida casi entera ha pasado por su autora y, seguramente por eso, a medio camino de este volumen, se vuelve hacia la infancia y adolescencia, y reúne diez cuentos de “La edad del pavo” inéditos para que a esta foramontana –¿alguien sabe de un santanderino que no hable con pasión de su tierra?—no se le escape del todo Santander, la calle de Castelar, Puertochico, los raqueros y las trenzas.

Pero hay cuarenta cuentos más que transcurren con fondo de otras vidas: seres humanos de aquí y de allá, que se despiertan en Galicia, Argentina, Chile, Madrid, Alicante, La Habana… Desde “Jonás”, el adolescente que iba todas las mañanas al Instituto en una de las lanchas que hacen el recorrido diario Pedreña-Santander, y le trajo a Angelina Lamelas la Hucha de Oro de Cuentos en 1971, a la porteña a quien puso voz y acento en “Calle Maipú”; “Silvestre Normal”, que logra abandonar el colegio especial; la emoción de “El Paraíso deshabitado”, Premio de la UNED en 1995; la gallega que rememora en “La mecedora”, allá, en Buenos Aires; el rubor de la recién casada en “El desliz”…

Medardo Fraile, el más grande de los cuentistas españoles según le describió Monterroso, bendice en el prólogo los “Cuentos de la vida casi entera” de Angelina Lamelas, con palabras que ella guardará para siempre: “Son cuentos para corazones grandes, en los que palpita el goce irresistible de la vida. Estos cuentos están escritos con una belleza deslumbrante al alcance de todos, con humor, soberana gracia, precisión ejemplar, originalidad gozosa, y andan con paso de pies de ángel”.

Coda: Vosotros lo compráis, lo leéis y si no os gusta, os devuelvo el dinero.